KLIMTA

A ROOM OF MY OWN

Tuesday, October 04, 2005

A SHORT STORY


Breasts

A Sol le encantaba levantarse temprano los días de verano, apenas cuando la raya de sol asomaba por las ranuras de la contra de madera. Solía pasar el verano en un pueblecito costero, muy tranquilo pero con mucha vida. Echaba los pies fuera de la cama, se desperezaba y tomaba una refrescante ducha tras una noche calurosa. Se vestía tan solo con una chilaba y ansiosa por desayunar, su comida favorita del día, se dirigía a la cocina. Se preparaba un café delicioso, con un aroma penetrante; mientras esperaba a que éste saliese y las tostadas saltaran de la tostadora, observaba desde la amplia ventana de su cocina cómo los marineros cosían sus redes o limpiaban sus barcos. Desayunaba siempre en la pequeña terraza para la cual había comprado unas preciosas sillas de mimbre y una mesa de madera. Su única compañía era el rumor de las olas, el murmullo de aquellas gentes con el rostro ya cansado y un recuerdo difuso. El recuerdo de un sueño, un sueño del cual sólo tenía pinceladas, pero esas pinceladas eran de trazos gruesos y en algún momento la sobrecogían y la inquietaban.

Tras el desayuno con prensa incluida, se ponía su falda larga, su camiseta de tirantes, su pañuelo, su bolso bandolera y las sandalias de dedo y, cómo no, pendientes, esta vez de madera de coco.

Aquella mañana cuando salió a la calle, la temperatura era maravillosa, la brisa rozaba su piel y el sol la tostaba. Se cambió de acera para así poder absorber más los rayos que le enviaba su Lorenzo. Se paraba en las pequeñas tiendas de siempre, compró unas nectarinas duras, como a ella le gustaban, un poco de jamón, pan fresquito y un tomate. Hoy sería el día de “pan tumaca”. Después de las compras de supervivencia, se dirigía a su mayor vicio: compra de libros nuevos y antigüos. En el pueblo había un hombre bohemio, escritor, que regentaba una tienda de libros antigüos. Éste ya conocía a Sol pues era su cliente más fiel de todos los veranos. En cuanto la vió, Xan, que así se llamaba el hombre, le dió un efusivo abrazo, comentaron acerca de cómo había sido el invierno y se pusieron al día acerca de los últimos libros que habían leído cada uno de ellos. Xan le comentó que le había guardado algunos libros que habían llegado y que sabía que le interesarían. Pero esto no fue lo más relevante de aquella conversación:

- Sol, ha venido un hombre por aquí preguntado por ti. Dice que lo único que sabe de ti es que sueles veranear aquí, conoce el color tostado de tu piel, tu pelo encaracolado y tu pasión por los libros antigüos. Por esta razón dijo que se había dirigido a mí para saber si yo te conocía ya que seguro que no podrías resisitirte a pasar por aquí. Le comenté que aún no habías llegado y si quería podría darle algún recado pero tan sólo me ha dejado este libro.

- Déjame verlo Xan, dijo Sol.

Reconoció la imagen que aparecía en la porada del libro, era una estampa que acudía continuamente a sus sueños, pero tan sólo en los sueños, jamás había contado a nadie aquel sueño, Cuando aquella imagen aparecía se levantaba con otro espíritu y deseaba que fuese realidad pero hasta ahora sólo había sido un sueño, ¿Quién sería ese hombre que sabía con lo que ella soñaba?